miércoles, 27 de junio de 2012

Copito y Miss Sunshine

Érase un pequeño copito de nieve. Como todos los copitos de nieve, no aguantaba el calor, y odiaba los bichos. Era totalmente blanco, de esos alargados y finitos que miran con envidia esos otros totalmente redonditos, con una figura esférica perfecta. Le gustaba desplazarse con el viento y quedarse cerca de los ventiladores; entraba raudo por las puertas de los centros comerciales en verano, buscando el frescor del aire acondicionado, para evitar ser una gota de agua en el suelo, a merced de cualquier pie que se le posara encima. Se tomaba su tiempo en los desplazamientos, y no le gustaba demasiado acompañar a otros copos de nieve.
-¡Hay mucho espacio!-siempre decía.-Y prefiero estar con mis pensamientos.
Es por eso que se pasaba gran parte del día pensando. Pensando en sus cosas favoritas: el invierno, el Polo Norte, la Navidad, viajar, y el color blanco. También le gustaba el azul, pero eso podía indicar hielo derretido, y eso no le agradaba tanto. Uno de esos días en los que empieza a terminar el invierno, se encontraba flotando por la calle, cuando algo cayó sobre él y lo derribó.
-¡No, socorro!-gritaba.
-¿Qué ocurre, qué ocurre? ¿A qué tanto grito?
-¡Quítate de encima, apártate! ¡Voy a derretirme!
Y es que lo que había caído sobre él era un pequeño rayo de sol perdido.
-¡Disculpa!-y la despistada se echó a un lado.-Estaba distraída y no te vi. Me llaman Miss Sunshine, ¿y a tí?
-No me llaman de ningún modo. Me llamo Copito.
-¿Copito? Curioso, pero... me gusta-y le dedicó una sonrisa tan deslumbrante, que él tuvo que esconderse detrás de una farola.
-¡Para ya! Y, Miss Sunshine... ¡Qué nombre tan extraño! Y tú también lo pareces.
-¿Yo? ¿Por qué?
-¿Dónde están los otros rayos? ¿Y por qué te paras a hablar conmigo? Nunca vi ningún rayo de sol que se parara a charlar con un copo de nieve.
-¿Y por qué no? ¿Qué tiene de malo? Mientras que no vuelva a caer encima de ti, no hay peligro. Y los otros rayos... no lo sé. Iba con ellos, pero me perdí-y en este punto agachó la cabeza, avergonzada.
-No te preocupes, tranquila. Yo te ayudaré a buscarles.
-¿De verdad?
-Claro, y así podrás seguir con ellos, y no tendré riesgo de derretirme.
-Bien.
Comenzaron la búsqueda: él pegándose a la pared, buscando las mínimas sombras, y ella  una distancia prudencial, buscando a sus compañeros. De pronto, él soltó un alarido.
-¿Qué ocurre?
-Un bicho. Mírale.
Una hormiguita cargaba una miga de pan y se movía en dirección a Copito.
-Calma-dijo Miss Sunshine, justo antes de ponerse delante de la hormiga.-Hormiguita, apártate un poco, que asustas a mi amigo.
El pequeño insecto cambió su trayectoria, y Copito miró agradecido a Miss Sunshine. Siguieron avanzado, y él iba perdiendo el miedo a derretirse, así que permitía que ella estuviera lo bastante cerca como para conversar. Llegaron a una gran avenida.
-Mira, ahí. Junto al árbol.
Y efectivamente, ahí estaban los compañeros de Miss Sunshine, entreteniéndose haciendo formas en el suelo al pasar entre las ramas de los árboles.
-Creo que es el momento de la despedida. Te echaré de menos. Ha sido un placer conversar con un copito de nieve. Sois muy curiosos.
-No te sientas triste. Nos veremos otro día, seguro-hablaba mirando al suelo, incapaz de levantar la vista.
-¿Me lo prometes? Siento haberme caído encima de ti.
-Bueno, es lo mas entretenido que me ha pasado esta semana. Y no me importaría seguir conversando contigo.
-¿Intentas decirme algo?
-No te vayas con ellos. Quédate conmigo.
-Pero somos un copo de nieve y un rayo de sol. Es una mala combinación.
-Arriesgada, quizá difícil, pero no mala. Malo sería no volver a verte.
-¿Entonces? ¿Qué propones?
-Vernos a menudo. Pero necesitaré mi tiempo a solas para recuperarme y no derretirme.
-¿Me concederás el resto de tu tiempo?
-Sólo si tu me concedes el resto de tu existencia.
-¿No es lo mismo?
-Lo sería, si no fuéramos tú y yo.

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