viernes, 27 de julio de 2012

Dulce

No sabía que unas almendras de chocolate pudieran ser tan dulces. Se derriten, con Sol o sin él, y emanan una suavidad irrefrenable. Apetece quedarse junto a ellas, mirarlas, comerlas. Apetece que nunca falten: sería tan horrible tener que echarlas de menos... El chocolate es tan líquido que parece que se pueda sumergir en su interior, navegar en profundos mares oscuros y beberlo a grandes tragos.
Y si el almendrado chocolate parece suficiente, aún hay más: éste queda rodeado por una nube de algodón de azúcar, tan suave que apetece usarlo de almohada. Es igualmente dulce, pero nunca hasta el punto de ser algodonoso. Y entre el manto de algodón hay pedazos de caramelo, de tiznes oscuros e igualmente dulces. Su sabor es comparable al trabajo del mejor respostero.
En definitiva, todo un apetitoso postre, todo un manjar. Todo un dulce de almendras con chocolate.

No hay comentarios:

Publicar un comentario