La ansiedad es ese sentimiento que te llena, por dentro y
por fuera. Te aplaca, te fulmina, y te da hambre. Te pone nerviosa, estresada e
impaciente. Tienes peor cara, tus sonrisas parecen algo más fingidas. Eres tú
misma, pero una parte de ti no está contigo. Quieres algo, lo quieres ya, y no
lo tendrás. Puede que nunca, o puede que simplemente se esté retrasando. Puede
ser bueno, puede ser malo, pero la espera puede acabar contigo. Te quita el
sueño, te hace devorar el frigorífico, te impide concentrarte en exceso.
¿Cómo se supera? No se supera. Se pasa. Cuando ocurre eso
que estás aguardando, o simplemente consigues que se quede en un rinconcito
pequeño dentro de ti, para que no moleste de día: entonces solo aparecerá en
tus sueños, e incluso puede que antes de dormir. Se convierte en miedo. Será tu
pesadilla, será tu hombre del saco particular. Estarás sola cuando pueda
atraparte. Si tienes suerte, al despertar habrá alguien a tu lado, abrazándote,
y te volverás a sentir segura, pero si no es el caso, no te sentirás mejor hasta
un rato después de haberte levantado. O puede que persista durante horas, o
días.
Pero no hay que preocuparse. En la mayoría de los casos,
todo volverá a la normalidad en un tiempo breve. Perderás ese nudo en el
estómago y esa sequedad de garganta. Dejarás de fingir sonrisas. Volverás a
abrazar con menos fuerza. Serás tú en todo tu esplendor de nuevo.
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