Esta novela, considerada de “irrespetuosa” o “perversa” para
la época (1955, en Rusia) narra los amores de un hombre, Humbert Humbert, por
su objeto de deseo: una nínfula, hija
de su nueva mujer. Nabokov describe este término de la siguiente manera: “Entre
[…] los nueve y los catorce años, surgen doncellas que revelan a ciertos
viajeros embrujados, dos o más veces mayores que ellas, su verdadera
naturaleza, no humana sino nínfica (o sea demoníaca); propongo llamar nínfulas
a estas criaturas escogidas”. La madre de la joven muere al poco de descubrir
los oscuros deseos de su marido, y éste queda a cargo de la pequeña. Ella
jugaba con él, le permitía y le negaba su compañía, sabiendo los oscuros deseos
hacia ella. Él se la lleva de motel en motel una vez están solos, y va viendo
como Lolita va perdiendo el interés por su “amante-papá”. Poco después, ella se
fuga con un artista. Humbert vuelve a encontrarla tiempo después, embarazada y
pidiéndole dinero, para poder empezar una vida junto a su nuevo marido. Humbert
comprende que aún la quiere, y decide
asesinar al futuro padre.
"Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro
cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era
Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre
Lolita"
Este fragmento que refleja los sentimientos de Humbert por
ella, y los roles de la joven; frágil, despeinada, descalza, aún con los sueños
de la noche en su cabeza, era Lo, simplemente: no llegaba a ser ella del todo,
aún le faltaba despejarse, ir a la ducha, desayunar; una vez había conseguido
eso, era Lola: enérgica y decidida; esa niña suave y dócil entre el resto de
los compañeros no podía ser otra que Dolly; Dolores era su lado serio, cuando
no era una adolescente, cuando se sentía mayor; y el lado más importante para
Humbert, el que más le gustaba, ese lado tierno y cariñoso que le prometía el
mundo, su mundo, era Lolita, a pesar de vivir a escondidas, de las malas caras
de ella, de los reclamos infantiles a los que el hombre maduro cedía. No podía
ser de otra manera, el inevitable final: “Y ésta es la única inmortalidad que
tú y yo podemos compartir, Lolita”. Los recuerdos: repletos para el hombre
maduro, olvidados y antiguos para la futura madre.
No cabe duda de que Humbert creó a Lolita dentro de su
cabeza, modificó a la Lola
que veía para hacerla parecer una especie de ninfa sobrehumana: Lolita seguía
siendo una adolescente caprichosa, interesada por cosas como cómics, música o
helados, y cuando vio que Humbert no tenía más que ofrecerle, se marchó. ¿Llegó
a sentir algo por el viudo de su madre? Puede ser, o puede que todo no fuera
más que un gran juego.
¿Qué opináis vosotros al respecto? Dejad vuestros
comentarios, si lo deseáis.
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