jueves, 20 de junio de 2013

Tiempo de silencio (Luis Martín-Santos)

Hoy voy a hablar de esta novela, publicada en los 60, pero ambientada la España de los años 40. Se aprecia en cada una de sus páginas la penuria del momento, la amarga desesperanza de quien no aspira a que mejore de golpe el momento presente, y la diferencia, aún existente, entre las clases sociales. Tiene un estilo peculiar para la época, y de hecho, se dice que marcó un antes y un después en la literatura española.
Narra las desaventuras de un médico dedicado a la investigación del cáncer de tipo genético en una cepa de ratones traídos desde Estados Unidos. El problema llega cuando todos mueren más rápido de lo que logran reproducirse, mucho antes de haber sacado alguna conclusión importante al respecto. Así que Don Pedro acude a su ayudante Amador, que confiesa que le regaló un par de ratones a un pariente suyo, habitante de una de las muchas chabolas de Madrid, y que los pequeños roedores han sobrevivido.
Sin pensarlo demasiado, deciden ir a ver al Muecas, cabeza de familia, y poseedor de estos animales. Tiene una teoría acerca de su supervivencia: el calor humano y el estar cerca de feromonas femeninas, para que las ratonas puedan tener celo. Sin embargo, otro asunto ligeramente posterior reclama su atención: una noche, borracho, desflora a la nieta de la dueña de la pensión, quien, junto a su hija, tenían la intención de que algo así ocurriera, para que la joven Dorita pudiera desposarse con él. No obstante, no es éste el suceso en el que pensará en adelante, ya que esa misma madrugada acude a su casa el Muecas, en busca de un médico que pueda socorrer a su hija en un aborto.
No desvelaré más aspectos de la trama; me reduciré a escribir un pequeño fragmento de reflexión de Don Pedro, que deja un sentimiento aciago, a pesar de no tener una relación directa con la trama en sí:
"Nos limitaremos a penetrar en las oscuras tabernas donde asoma sobre las botellas una cabeza de toro disecada con los ojos de vidrio, a seguir los pasos precipitados como si fuera a alguna parte de una mujer pequeña y nerviosa por la noche, a gastar la tarde entera en una cafetería sin que la camarera nos sonría una sola vez, a hacer como que bebemos y beber poco, a hacer como que hablamos y no decir nada, a inventar un nuevo estilo literario y a propagarlo varias noches en un café hasta quedar completamente confundidos."

                                                         

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